Comencé a dar cursos de formación de formadores dentro del ámbito del empleo y de la formación corporativa a mediados de los 90, paralelamente a poner en marcha proyectos europeos de teleformación, uno de ellos para formar personas que pudieran posteriormente teletrabajar; fue una época inolvidable, llena de retos e ideas que parecían “locas” y de adversidades técnicas de todo tipo. Empezamos cuando aún Internet no había llegado ni invadido nuestras vidas y nuestros trabajos, pero la intuición de que la formación a distancia y el teletrabajo sería el futuro, fue más fuerte que todas las adversidades informáticas y pedagógicas que tuvimos que superar.

Llegó Internet, todo fue más fácil a nivel de conectividad: los primeros entornos formativos, los primeros contenidos simples, pero pensados para pantalla y no sólo para descargar e imprimir, las primeras actividades más allá de las conceptuales de toda la vida, el reto de comunicarnos sincrónicamente (nuestra cafetería eran los programas de chat abiertos como el IRC). Monté mi primer modem (regalo de un amigo informático) en mi pc de sobremesa de casa, con uno de mis bebés agarrado a mis piernas y con la ilusión de tener la puerta a un mundo nuevo en formación, impredecible entonces, lleno de posibilidades y donde el único límite sería mi propia iniciativa y la de mis compañeros/as de trabajo.

Llegó el 2000, y el milenio me trajo un gran “boom” profesional, trabajé algunos años en una consultora que creía profundamente en la formación a través de redes y nos dedicábamos a diseñar y crear todo aquello que conseguíamos proponerles a nuestros clientes (diseños metodológicos innovadores, contenidos multimedia, vídeo, audio, diseño instruccional de calidad, seguimiento y evaluación) fue una época increíble, intensa, creativa y a veces incluso abrumadora. Viéndolo con los años y la perspectiva, el mercado aún no estaba maduro para tanta novedad y transformación.

Desde 2008 trabajo como autónoma, en 2014 monté mi propia consultora, eTIC Factoria con una gran profesional y amiga Eva Inglés y sigo, como entonces, dentro del mundo de la formación presencial, mixta y e-learning y teletrabajando en muchísimas ocasiones.

¿Porque escribo ahora esto y os cuento parte de mi trayectoria? Porque el momento actual me lleva –hace muchos días– empujando a ello, me recuerda a muchos momentos, vivencias y dudas (por la falta de experiencia y/ o de recursos) que pasé hace ya la friolera de 5 lustros.

Llevo años formando tutores/as virtuales y docentes en competencias digitales y metodologías emergentes que integran de forma significativa y efectiva recursos digitales; recordando continuamente que el objetivo siempre es el mismo pero los diseños, procedimientos y organización, recursos, actividades y forma comunicativas, no. Un excelente teletutor/a no es por defecto un excelente docente presencial y viceversa.

Veo ahora que la comunidad educativa reglada, no reglada, formal y no formal se ha visto “lanzada” en cuestión de pocas semanas, a una modalidad que muchos desconocen en su fondo pedagógico y tecnológico y que se ha dado como por supuesto, que con un mínimo soporte, un ordenador o tableta, una cámara web, un espacio y recursos virtuales uno ya es un tutor/a virtual y que sin mucho más, se puede conseguir una “pseudo normalidad” formativa y académica.

Los expertos en e-learning que llevamos décadas en el sector (diseñadores instruccionales, pedagogas/os, consultores/as, editores/as y productoras/es de contenidos, tutores/as, dinamizadores/as, gestores/as de plataformas, etc.) sabemos que esto no es así, que el conocimiento de cómo funciona la formación a distancia, la adaptación del diseño y del currículum , el dominio de las tecnologías (sobre todo la selección de contenidos, utilización y adaptación de los mismos y creación de nuevos), las formas comunicativas, la interacción, la colaboración y sobre todo la evaluación en línea, son retos que no se consiguen haciendo un chasquido de dedos o dominando cuatro recursos digitales. Es imprescindible tener organizaciones que marquen pautas y líneas propias, que diseñen protocolos y seleccionen herramientas (pocas al inicio e ir introduciendo progresivamente más) y apoyen en su uso.

Nuestros centros educativos y sobre todo nuestros docentes tienen un desafío titánico delante y merecen también nuestro aplauso y apoyo. Muchos me dicen “en estos días estoy trabajando más y más intensamente desde que estoy en modalidad distancia y esto no es tan sencillo como parecía”. Efectivamente e-learning no es pasar un PDF, un enlace o una actividad por correo o por un aula virtual, no es dar la misma clase pero delante de una cámara, no es crear juegos con un software y compartirlos, no es trasladar lo que hago en presencia a la distancia. Es transformar el modelo pedagógico y transformar mi rol como docente.

En tiempos difíciles los expertos tendremos que poner también nuestro granito de arena para apoyar a los otros “héroes” de esta pandémia que son nuestros profesores/as y nuestros estudiantes/as, que confinados, deben no perder la oportunidad de seguir creciendo como personas y como profesionales.

Os dejo algunos artículos que he ido leyendo estos últimos días e intentaremos desde ahora compartir en los perfiles de eTIC Factoria y los míos personales, micro consejos pedagógicos sobre e-learning o micro propuestas de recursos para diseñar y evaluar actividades en distancia.

La lista sería infinita, para finalizar os comparto el post que una compañera, Rosa Polvorinos, escribió hace poco en Lindkedin

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