Queremos ahondar en la conducta humana como mecanismo de conducción y transmisión de mensajes que moldean la cultura que rige a la sociedad actualmente. Si bien se acuña la cultura digital como las nuevas prácticas, costumbres y formas de interacción social de la siguiente década, ¿estará a la par del proceso evolutivo del cerebro humano? ¿Esta aceleración traerá consecuencias? ¿Podríamos pasar de la “evolución” a la “involución”, del “desarrollo” a la “destrucción”?
El anuncio del Metaverso tuvo un gran impacto mediático en muy poco tiempo. Si bien este espacio virtual será el nuevo entorno donde diferentes personas, en su forma de avatar, se comportarán e interaccionarán con otros avatares y elementos virtuales, también esta nueva realidad será una proyección que ocurrirá en la mente de los usuarios, por lo que las conductas que tienen que ocurrir seguirán unas leyes comportamentales ampliamente estudiadas por la psicología.
Pero no solo aplicarán en esta nueva realidad virtual, sino en todas las actuales tecnologías de interacción humana en un espacio virtual, tal como lo son las redes sociales, los videojuegos en línea y en general cualquier foro de comunidad virtual.
¿El Metaverso está inmerso en la cultura?
Tanto la cultura como la tecnología han tenido una historia de evolución paralela, pero ambas se han formado a través de mejoras incrementales producidas por el trabajo e investigación de diferentes personas de múltiples generaciones.
A este proceso se le conoce como “Evolución Cultural Acumulativa” (Cumulative Cultural Review). Y la tecnología que permite entrar en los espacios virtuales de forma inmersiva, por lo tanto, se podría considerar un artefacto cultural directamente consecuente de la acumulación de conocimiento tecnológico.
Según especialistas, la mayoría de las grandes innovaciones creadas por la humanidad fueron alcanzadas a través de mecanismos evolutivos, en donde la cultura y los productos de la cultura (como el lenguaje) fueron la mayor fuerza impulsora (driving force) para alcanzarlos.
El uso de estas tecnologías produciría un “Efecto de incremento” (Ratchet Effect), el cual sugiere que una vez adquirida una destreza, tu cerebro cambia de forma que puede adquirir información más compleja. Este nuevo “recableado” cerebral puede deberse a que las herramientas tecnológicas son tratadas por el sistema nervioso como extensiones del cuerpo más que como objetos separados del mismo.
Existen dos teorías que indican que la co-evolución de los artefactos tecnológicos tiene el poder de cambiar y recablear el cerebro humano, cuyos cambios neurológicos y morfológicos pudieron ser una respuesta evolutiva para mejorar la destreza del uso de herramientas:
La teoría sociocultural de Vygotsky. Sostiene que cada cultura y generación provee las herramientas, en este caso tecnológicas, que les permitan adaptarse al contexto, a la vez que modifican la propia naturaleza del cerebro y, por tanto, de sus representaciones neuronales y las estrategias de resolución de problemas.
La hipótesis del reciclaje neuronal de Dehaene. Se refiere a la capacidad de transformación estructural y conectiva de ciertas regiones cerebrales especializadas en procesar un tipo modal de información, a regiones con capacidad de operar y procesar información de una modalidad similar, pero de mayor complejidad.
La relevancia tecnológica en la evolución de la conducta humana será determinante para la organización social como para el desarrollo evolutivo del cerebro en 5 a 10 años. Si el cerebro puede cambiar a partir de la conducta mediada por artefactos culturales (tanto materiales, con unas gafas de realidad virtual, como simbólicos, con emojis), cada nuevo artefacto cultural inventado (desde el alfabeto, la aritmética hasta ahora el Metaverso) deberá encontrar su nicho neuronal en el cerebro para que pueda ser usado.
Implicaciones en la salud digital
Podemos ver que la introducción de tecnologías de RV inmersivas modificaría en gran parte nuestro cerebro, pero la subjetividad con la que interpretaremos el mundo real podría alterarse también. En unos años, la salud digital formará parte de la salud pública, ya que los dispositivos y la realidad virtual traerán graves consecuencias en la salud física y emocional de los ciudadanos.
Nuestro comportamiento en los medios digitales son el reflejo de nuestro comportamiento, valores y principios en nuestro mundo real. Por lo tanto, es necesario que la tecnología tenga una alta dosis de ética y valores humanos para que no perdamos nuestra humanidad en el mundo digital ni sufrir cambios o afectaciones de personalidad, producto de vivir en la realidad virtual inmersiva.
Conclusión
Que la conexión digital no conlleve la desconexión emocional, será el gran desafío de aquí a 10 años. No sabemos cómo cambiará la RV al cerebro y la psique humana con su uso masivo y constante. Lo que sí sabemos es que el Metaverso y su uso global podrá introducir cambios en las nuevas generaciones de cómo relacionar e interpretar el mundo, de forma que el sistema cultural evolucione con ellos.
Actualmente, la relación que tiene el ser humano con las nuevas tecnologías y sus infinitas posibilidades podría entenderse como una extensión de la cognición, la cual se define como una prolongación de los procesos cognitivos, incorporando los elementos u objetos ajenos a nuestro cerebro como si fueran parte del mismo.
La inmersión en un Metaverso puede traer consigo no sólo cambios en la cognición, sino también cambios en el “yo” de las personas. Por ejemplo, la personificación del avatar puede provocar la aparición o mejora de ciertas habilidades que no se mostraban en la vida real o incluso influir en los estados emocionales de la vida real del usuario.
Por lo tanto, serán el sentimiento de presencialidad, la personificación del avatar y las interacciones realizadas con otros avatares y nuestro entorno, los que construyan tu yo virtual de forma que se produzca una extensión de tu yo virtual a tu yo real.
Crear mundos conlleva responsabilidades. Más aún cuando estos no se rigen por leyes universales con las que hemos convivido desde nuestra creación. Esta realidad “metavérsica” de vivir en espacios de confort virtual para la evasión de la verdadera realidad con avatares configurados con morfología y opciones de vida satisfactorias, en el fondo, deberá responsabilizarse del desarrollo de su creación, necesitando de códigos de conducta o de regulación.
La “avatarización de la sociedad” requerirá información e instrucción en la cautela para la ciudadanía virtual en tiempos donde todo será egoísmo, hedonismo y frivolidad. Dependerá en gran medida para moldear la conducta de aquellos que se sumerjan de forma tan intensa en los Metaversos que lleguen a olvidar su naturaleza terrenal, cruzando una nueva frontera del espacio digital en su exploración del universo, ahora creando el suyo propio.
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