Asistimos al ocaso de un método de enseñanza centrado en disponibilizar información, que pierde lugar en manos de propuestas enfocadas en aprendizaje activo. 

Porque han cambiado las épocas: Antes del siglo XV un libro podía llegar a costar tres años de trabajo de una familia de clase media. Hasta la invención de la imprenta, el acceso al conocimiento era limitado, estaba concentrado en las instituciones como la Iglesia o las Universidades y como tal tenía muchísimo valor intrínseco. En la actualidad, un libro best seller que revoluciona todo lo que se sabe hasta el momento en su campo puede llegar a costar 20€ en formato papel. Sin embargo, en formato electrónico su valor se reduce a 5€, admitiendo que la mayor parte de su costo (o valor) es la propia impresión. Esto ya nos dice algo. 

Aunque muchos no se hayan enterado, la inmediata posibilidad de acceder a (casi) cualquier información disponible en internet, sobre cualquier tema, disrumpe la forma de hacer el delivery de la educación en línea. Los estudiantes son nativos digitales y expertos en encontrar en la red lo que los docentes quieren ocultar. En este sentido, el contenido se convierte en un Commodity (con el nivel de precios más bajo de la historia y con oferta creciente), y no pareciera que esa tendencia se vaya a revertir. Los métodos tradicionales de eLearning centrados en el contenido y el consumo “On Demand” de los estudiantes, tampoco resuelven los complejos retos que enfrentan los profesionales e incluso las empresas, en la actualidad. 

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Porque vivimos en una guerra de atención: Nuestros diseños instruccionales no pueden seguir agnósticos del mundo en el que vivimos. Una propuesta online navegará hoy en un mar de estímulos inyectados de anabólicos y millones en marketing para atraer la atención del usuario, por lo tanto ya no es un problema solo de diseño gráfico. El tiempo digital tiene su ritmo propio y el usuario es exigente respecto de dónde y cuando invierte sus horas, elevando sus expectativas al mismo nivel de las aplicaciones que suele usar, Whatsapp, Facebook, TikTok, Instagram. 

Por lo tanto, ya no solo se trata de ser especialistas en el tema en cuestión, sino que también debemos empezar a conocer cuales son las palancas de engagement o participación que hacen a las personas involucrarse en una formación y aportar valor. 

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Porque tenemos nuevas preferencias de aprendizaje: No es casualidad que la época dorada de los MOOCs haya coincidido con la actualización profesional de la Generación X, porque se trata de una generación competitiva e individualista cuya filosofía de vida es trabajar y producir, dejando de lado el idealismo. Con una gran capacidad de automotivación, autorregulación y disciplina, los MOOC fueron la llave de su especialización. Sin embargo, con la aparición de los millennials en el mercado laboral, la perspectiva del aprendizaje empieza a cambiar. Porque son profesionales que quieren ser escuchados y reclaman interacción social. Son hijos de internet, que integran la vida

off line y on line de manera simbiótica y exigen vivir experiencias estimulantes. Un tanto más creativos, emocionales y colaborativos que la Generación X, están completamente enfocados en el “ahora”, por lo tanto escogen muy bien dónde invertir su tiempo. Si incorporamos a los Centennials, ellos profundizan el modelo de los Millennials centrando su interés en la tecnología como medio para acceder a nuevos mundos, y pretenden estar constantemente estimulados y aprendiendo nuevas cosas. 

Cuatro aspectos en los que enfocarse para empezar: 

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Respecto de mí 

Lo primero que debemos comprender es que para mejorar, hay que salir de la zona de confort, soltar la ilusión del control y explorar nuevos caminos. Aceptando, como parte del proceso, que cometeremos errores, que podremos capitalizar para alcanzar una nueva comodidad. 

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Respecto del contenido 

El filtro vital es preguntarse si el autor se emociona al diseñar esa experiencia de aprendizaje, porque si a le da lo mismo hacerlo -o lo hace de manera automática, probablemente al usuario también. Otra clave es diseñar contenido propio y auténtico, que hable del autor y cuente una historia. Sin embargo, también se puede aprovechar de manera innovadora el contenido disponible en la red, por ejemplo con actividades de investigación sobre las teorías o autores más actuales sobre “X” tema. Por último, es interesante que sean capaces de generar nuevo conocimiento, a partir de crear sus propias definiciones, e incluso aterrizar planes de acción para implementar lo aprendido a su contexto, identificando las posibles barreras y creando su estrategia de contingencia. 

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Respecto de la recompensa 

Más allá del tipo de iniciativa que se trate es clave tener una estrategia de recompensa que sea clara y esté siempre presente durante el desarrollo del proceso de aprendizaje. Para el alumno, no siempre está claro que cuanto mayor participación tengo, más aprendo, por lo tanto debemos ayudar con motivación extrínseca. 

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Respecto de la metodología 

Creo en el enfoque colaborativo del estudiante, ya que se trata de una perspectiva educativa que pretende mejorar el impacto del aprendizaje. Por lo general, se busca que todos resuelvan problemas, realicen aportes y aprendan nuevos conceptos. Esto les exige un trabajo activo de análisis, procesamiento, síntesis y creación de nuevos conocimientos que arroja mejores resultados que la sola memorización de conceptos. Al defender sus posturas, reformular ideas, escuchar diferentes puntos de vista y articular los suyos, los estudiantes obtienen una comprensión más completa de las ideas que están aprendiendo. Además, este enfoque exige un nivel de responsabilidad, compromiso e implicación que reduce significativamente la tasa de abandono.

Un estudio de Harvard de 2019 muestra que las experiencias educativas que son activas, sociales, contextuales, atractivas y propiedad de los estudiantes conducen a un aprendizaje más profundo.