Hace años que no voy a una biblioteca, ¿para qué si ya tengo Google?

Hay jóvenes que cuando van a una de ellas lo hacen sólo para utilizar el wifi.

Da la impresión de que disponemos de otra suerte de museo de arqueología.

Pero ¿qué le pasará con la Universidad? ¿qué futuro le espera a la otra gran fuente de saber?

Miles de veces hemos oído críticas por la desconexión entre las universidades y el ámbito empresarial, aunque ahora especialmente hay un motivo que hace arreciar ese debate: el cambio.

Hasta ahora, y no sin cierta razón, el ámbito académico argumentaba que el papel de la universidad es formar personas de forma integral; su misión era prepararlas para que tuvieran unas competencias que sirvieran para su desarrollo a lo largo de la vida, que fueran capaces de construir nuevos conocimientos a partir de los ya adquiridos y que, además, tuvieran espíritu crítico.

El problema viene cuando ostentamos unas competencias que ya no ofrecen una ventaja competitiva, porque no tienen nada que ver con lo que exige el mercado.

Y no nos equivoquemos, es encomiable perseguir el desarrollo integral de las personas, aunque no olvidemos que la profesión es uno de los principales espacios de crecimiento.

Siento decirlo pero la última gran reforma de los estudios universitarios, el plan de Bolonia, fue una consigna que vino desde Europa.

¿Qué les falta a las universidades tradicionales para reaccionar?

Varias son las amenazas a las que tienen que hacer frente:

  • Las subvenciones públicas llevan años descendiendo, lo que se traduce en una situación en que se consiguen menos ingresos, a la vez que se tiene  escasa capacidad de reducir los costes.
  • Los jóvenes ven en el e-learning una opción más, no una mera alternativa a las aulas cuando no pueden acceder a una universidad tradicional.
  • Las empresas empiezan a valorar la honestidad, el compromiso, el trabajo en equipo o la creatividad por encima de las competencias técnicas.

Solo hay que echar un vistazo a las estadísticas de las universidades españolas, prácticamente todas salvo contadas excepciones están perdiendo alumnos mientras que otras como la UOC siguen creciendo.

Su éxito viene dado por la flexibilidad de su metodología de aprendizaje y por situar al alumno como protagonista del proceso; además, las empresas valoran que a las competencias asociadas al perfil técnico se le suman las competencias digitales propias del desarrollo en el entorno virtual y las actividades compartidas.

Pero no nos perdamos en debates estériles, si la universidad presencial es mejor que las universidades on line o viceversa, porque la peor amenaza está aún por llegar: los gigantes de internet.

Hace unos meses Facebook anunciaba la creación de su universidad corporativa, su razón era muy clara: “las de siempre no enseñan lo que se necesita saber”.

Aunque esto no es una casualidad, cada vez son más las empresas que confían en la formación como una herramienta que les permita desplegar su estrategia de negocio.

Y qué decir de Google, cuando Laszlo Bock su vicepresidente de RRHH afirmaba que “el certificado académico no sirve de nada”.

¿Qué pasará cuando Google lance su ingeniería con titulación propia? ¿Podrán las universidades politécnicas competir con ellos?

Hace unos años ni siquiera nos habríamos planteado la reflexión, pero hoy en día…

A fin de cuentas ¿quién le da valor a un título si no es la empresa que contrata y la persona que realiza la formación?

Y si esto suena a ciencia ficción solo tenemos que atender a la compra de Linkedin por Microsoft, e incluso antes la de Lynda (un site de aprendizaje) por la red social de profesionales.

Linkedin dispone de información sobre los puestos de trabajo que tienen que cubrir las empresas a través de sus ofertas, saben los currícula de la gente (porque nosotros mismos les proveemos de esa información), saben la gente que busca empleo y que no lo obtuvieron.

Simplemente con esa información ya es posible detectar el gap entre nuestras competencias y las capacidades que nos faltaron para conseguir el trabajo y, a partir de ahí, ofrecernos los cursos que necesitamos.

¿Podemos luchar contra eso desde las universidades?

Por primera vez voy a ser optimista en este artículo, creo que sí pero se nos acaba el tiempo, que no es más que una sucesión de estados que parece ir cada vez más a prisa.

Para empezar las universidades tradicionales harán bien en fomentar las relaciones con las universidades corporativas, con la finalidad de complementarse.

Resumen

¿Qué le pasará con la Universidad? ¿qué futuro le espera a la otra gran fuente de saber?

Soreya Reyes, Directora de la UOC en México, y Toni Ramos, Responsable de Filantropía de la UOC, son optimistas al respecto. Pero debemos actuar YA.

¿Y tú? ¿Qué opinas? ¡Dejamos el DEBATE abierto en los COMENTARIOS! Nos encantará leer nuevas opiniones y seguir generando conocimiento colectivo 🙂


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